viernes, 25 de septiembre de 2020

Capítulo 4

 


Fernando despierta entre miedo y sudor. Es la misma pesadilla en la que noche tras noche revive la muerte de sus padres. La angustia de su persecución sigue viva en él.

--Me salvé. Yo me salvé y fue sólo por una cosa. Alguien se tenía que quedar aquí para poder vengar lo que os han hecho.

Se incorpora y se sienta en la cama. Duerme semi desnudo. Busca en un cajón y toma esa medalla, la que llevaba esa noche, la que lleva inscrita su verdad. La besa llorando:

--Fernando de la Torre, ese soy yo y algún día saldré de las sombras y ese maldito hombre (tiene clavada en su mente la mirada y el medallón de Augusto Pineda) pagará, pagará con su vida  No me importa lo que me pase a mi después pero esa basura tiene que desaparecer y no será de una manera cualquiera, sufrirá por todos estos años de angustia, yo mismo acabaré con su vida. Sólo así se cerrará la página de esta historia.

Llora con la misma angustia del primer día:

--¿porqué? porqué me tuve que salvar yo?

De repente pasa por su mente el beso de Pablo  y se acaricia el labio. Fernando se sorprende sonriendo con ternura. Su rostro lleno de amargura por unos segundos se vuelve dulce pero es tan poco tiempo. Luego la dureza vuelve a su mirada. Se levanta de golpe, da un beso de dolor y rabia a la medalla y la vuelve a guardar:

--¡¡la muerte de ese hombre¡¡ mi vida sólo sirve para vengar a mis papás sino de nada habrá servido que yo me salvará¡

Su rostro se llena de lágrima y le atormenta los recuerdos del pasado y el beso de Pablo , el momento más tierno de su vida:

--¡¡no, basta ya¡

Se sacude la cabeza para borrar los recuerdos bonitos, para tratar de olvidar a Pablo . Se da una buena ducha y oye una vez más una de las frecuentes discusiones de Jacinto y Altamira en la que él se queja del comportamiento rebelde y agresivo del chico y Altamira lo defiende como siempre a capa y espada. El anciano da un golpe en la mesa:

--¡¡ya me tienes harto¡

A pesar de estar enojado mira a su esposa con cariño:

--no sé que te ha dado ese escuincle, parece que te has creido tu mentira y crees que es tu nieto.

--¡¡es que es mi nieto¡

Es una defensa que a la anciana le sale de las entrañas.

--No lo es. Viejita, nosotros no tuvimos nietos. No sabemos de dónde salió y que cargas tiene. Se nota que lo pasó mal.

--¡¡por lo mismo --se lleva las manos al corazón-- a mi me duele lo que le pase como si fuera mi sangre ¡¡porque le siento mi nieto y me duele que tú no lo veas así¡¡

Altamira molesta va a salir pero su esposo la retiene:

--¡¡ojala ese muchacho nunca hubiera llegado a nuestras vidas¡¡¡

Altamira está dispuesta a defender a ese joven que es su luz por encima las cosas:

--¡¡no digas eso. No quiero que él te vaya a oír. Fernando es lo mejor que me ha pasado, lo mejor¡¡

Jacinto no puede dejar de molestarse. Fernando que iba al baño a escuchado la conversa con ojos llorosos. Regresa a su cuarto y da golpes a la pared con el puño:

--¡¡Todo seria más fácil si yo no existiera¡¡¡

El guapo joven se viste a toda prisa y abandona la casa sin ser visto. El portazo que da interrumpe la discusión de los viejitos.

--¿¿qué pasó? --pregunta la anciana angustiada como si hubiera presentido que pasó algo.

Al contrario que su esposa que sólo vive pendiente de Fernando, Jacinto se demuestra demasiado despreocupado:

--¡¡por favor, pues que ese muchacho tuyo que es muy malcriado¡

Altamira se lleva la mano al pecho:

--¿y si nos oyó? ¡¡¿¿y sino regresa?¡¡

--¡¡eso sería lo mejor¡¡

Altamira mira a su esposo con mucho rencor:

--¡¡si mi muchachito se va por tu culpa yo no te lo pienso perdonar¡¡

Aunque el anciano trata que su esposa se calme ésta va hacia la puerta con intención de buscar a Fernando




Fernando ha huido de la casa con prisa. No piensa en nada, sólo en huir. Lleva una camiseta y unos jeans. Luce muy atractivo. Pablo  lo mira desde su ventana:

--¡¡que guapo es¡

El joven suspira admirando la belleza de ese chico que tanto le hace sentir. Fernando baja la calle muy deprisa. Pablo  siente que él está mal y sale de su casa a mucha prisa. Él ya está muy lejos y Pablo corre:

--¡¡Fernando¡¡

Fernando se para, se gira. Ve a Pablo . Por un momento se queda parado, recuerda con una sonrisa el momento del beso. Pablo  lo siente cercano y eso le gusta. Sonríe enamorado y corre hacia él. Altamira sale de la casa y ve a Fernando y Pablo  acercándose. Sonríe y entra en la casa más tranquila. Enciende una vela a la Guadalupana. Con devoción le reza:

--virgencita mía, hazme el milagro que mi niño olvide lo feo que ha vivido y sea feliz junto a ese niño que tanto lo quiere o con quien sea pero iluminalo con tu luz para que abra tu corazón.


El parón de Fernando ha permitido a Pablo  acercarse a él pero de repente la culpa vuelve al chico al recordar la matanza de sus padres y huye deprisa. Pablo  no entiende nada pero ha logrado ya alcanzar al muchacho y lo agarra del brazo:

--¿¿que es lo que te pasa?

--¡¡nada, dejame¡¡ --dice apartándose del adolescente.

Fernando empieza a caminar muy rápido y Pablo  detrás de él:

--espera ¿no? ¡¡tenemos que hablar¡¡

Pablo  siente una gran angustia al pensar que Fernando se va a alejar de él, que va a desaparecer de un momento al otro. Fernando, pero, se para de golpe. Mira a Pablo  y no deja de pensar en los labios del adolescente con deseo y eso le duele, lo desespera y esa culpa que lo mata le ayuda a ser agresivo:

--¿¿¿¡Porqué no te cansas de perseguirme??¡

Y a pesar que le asusta la violenta mirada de él, Pablo  siente que Fernando lo quiere y está dispuesto a luchar por él. Merece la pena pasar lo que fuera si logra su amor:

--es que yo sé que sufres y te quiero ayudar.

Fernando lo zarandea:

--¿¿¡¡que es lo que quieres de mi?¡¡¡¿qué?¡¡¡

--¿¡no te das cuenta que te amo?¡

Fernando lo mira con desprecio.

--¡eres un mocoso, vete a jugar. Jotito¡ --dice con desprecio.

El adolescente se queda triste. Su cuerpo recién se está formando para convertirse en un hombrecito. A Fernando le gusta. Además esos ojos azules llenos de amor y tristeza son un oasis. Pablo está apunto de llorar y de repente, Fernando se lanza sobre él y lo besa.  Los dos se funden en un apasionado beso de amor. Cuando se apartan Fernando está muy serio. Pablo le sonríe enamorado:

--te amo.

Lo quiere acariciar feliz pero Fernando aparta de él sofocado:

--¡deja de perseguirme, escluincle baboso¡

--¿¡que te pasa? Me besaste y fue un beso de amor.

Fernando no soporta oir eso.

--¡¡no digas eso¡¡¡no lo digas¡¡¡ ¡¡un beso no se le niega a nadie, tú me persigues ¡¡¡¡¡¡¡tú¡ ¡¡eres una putita¡¡¡un joto de mierda¡¡tu vida no vale nada¡

Y a pesar del desprecio con el que lo trata, Pablo siente que merece la pena luchar por ese hombre.

--¿¿¿porqué niegas lo que sientes? ¡¡si te gusta besarme tanto como a mi ¡¡¿¿cual es el problema?¡¡

Y Fernando lo mira en una mezcla de amor y de rabia

--¡¡me estás volviendo loco¡¡

Y huye y Pablo no sabe qué pasa. Pablo corre hacia él:

--¡¡tú me amas, sé que me amas¡¡

--¡que me olvides¡¡ ¡yo no quiero nada de un pinche joto como tú. Deja de acosarme¡--grita Pablo mientras se aleja.

Las palabras de Pablo dan más fuerza a Fernando para correr más rápido haciendo imposible a Pablo  seguirlo. El adolescente se desespera. LLora. Fernando corre como si pudiera huir del amor.


Es casi de noche cuando Fernando llega a la casa. Lo recibe Altamira angustiada:

--por fin,  que tenías preocupada. Pablito  me contó que...

Fernando no la deja seguir:

--me voy a mi cuarto.

--Te preparé la cena.

--No tengo hambre..

El chico se va a su cuarto rápido para que no lo vea llorar. Altamira le lleva al rato una bandeja con comida. Él le da la espalda, ella le agarra la mano con cariño:

--¿porque eres asi?

--lo siento, no puedo ser de otra manera.--dice él llorando pero sin mirarla.

Ella lo abraza por la espalda y él se siente bien con su cariño pero no se lo puede decir.

--¿porque no me dices lo que te hicieron?

Él la mira llorando y con un hilo de voz le dice:

--no me hagas esto, si me quieres me tienes que aceptar como soy.

--yo te quiero mucho y sólo deseo que seas feliz --dice la anciana dándole un beso en la mejilla.

Y él fuerza una sonrisa:

--mi felicidad será hacer lo que tengo que hacer

--¿y que es eso?

--no me preguntes,  dejame solo.

La mujer se va angustiada no sin antes decirle que lo quiere mucho pero ni el amor de la anciana, ni la pasión que le despierta Pablo  le borran el odio hacia el hombre que mató a sus padres.


Al día siguiente se ha refugiado en un acantilado. Le gusta sentarse a mirar el pueblo desde arriba. Además se siente más cerca del cielo y siempre reclama su desgracia y pide a sus padres que le ayuden a vengarse. Para tratar de descubrir lo que oculta, Pablo  lo ha seguido y escondido tras unas matas escucha su llanto pero no sabe exactamente de qué se tiene que vengar. A Fernando le angustia su pasado (la muerte de sus padres) y el presente (sus sentimientos por Pablo ). Oye un ruido.

--¿¿quien anda ahi??

Pablo  se asusta.

--¿¿¡que haces aquí?¿¿¡que has oido? --grita Fernando.

Y el adolescente da un paso el falso y está muy al borde del precipicio y grita al darse cuenta que resbala. Fernando, horrorizado, lo ve como va cayendo.



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