Fernando de la Torre es un niño de nueve años. Siempre ha vivido feliz rodeado de todos los lujos, ha tenido amigos, todo lo que siempre ha deseado y lo que es más vital el amor de sus padres. Ha vivido una auténtica infancia feliz. Todo está cambiando esa noche. No entiende bien lo que pasa ya que por más que pregunta nadie le dice nada. A pesar de su corta edad siente la tensión que viven. Sus padres están angustiados. Los ve recoger algunas cosas, dinero, papeles... Fernando se asoma a la puerta de la recámara de ellos:
--¿nos mudamos, papá?
Víctor, el padre, es el que dice:
--¡¡saca al niño de aquí, Elvira¡¡
Aunque ella, la madre, está tan alterada como su marido, procura calmarse para no asustar a su pequeño. Le acaricia la cabeza muy amorosamente y le da un beso. Ese beso de su madre cura todos los miedos del niño.
--no pasa nada mi vida. Vete a jugar todo está bien.
Fernando se va al cuarto más tranquilo. La dulce voz de su mamá le hace pensar que no ocurre nada. Mientras el pequeño está sobre su cama, sus padres hablan en un susurro.
--todo esto es mi culpa, me dejé cegar por la ambición --dice él.
--tú no sabías dónde te metías y en todo caso yo debí advertirte, debí darme cuenta que en esta vida nadie regala nada.
Víctor está muy angustiado:
--¿¿y ahora qué hacemos? No me da miedo que me maten a mi... pero ¡¡a ti no¡¡ no soportaría que te pasara nada.
El matrimonio se mira con un gran dolor. Un dolor que es tan grande como su mismo amor.
--Yo tampoco quiero que te maten a ti.
--¡¡pero ¿que hacemos?¡¡ ¡¡yo no puedo seguir con esto haciendo que no me doy cuenta de lo que hacen. No quiero tener lujos si hay sangre por medio¡¡
--hazme caso, lo mejor es huir.
--¡¡pero es que si nos descubren será peor¡¡
--no creo, seguro que piensan que tienes miedo. No creo que piensen que te atrevas a traicionarlos.
--Él sabía de mi miedo. Él lo sabe todo, es el mismo demonio.. No permitirá que salgamos con vida.
Elvira pone sus manos en las mejillas de su esposo para tratar de calmarlo:
--es lo que tenemos que hacer es huir sin que nadie se dé cuenta que huimos. Dejar todas nuestras cosas, que parezca que damos un paseo.
Víctor está inseguro, se da cuenta que ha puesto en riesgo la vida de su familia y no quiere arriesgarse más.
--confía en mí, mi amor. Con el favor de Díos, todo saldrá bien. Acaba de decidirte, es lo que tenemos que hacer. --dice Elvira.
Víctor ve a Elvira tan segura que decide hacerle caso. Cierra el maletín que estaba preparando. Mientras Elvira va al cuarto de su hijo. Fernando está leyendo un tebeo, aunque su madre se muestra tranquila él se da cuenta que pasa algo:
--¿que ocurre, mamí?
Elvira fuerza una sonrisa para tranquilizar a su hijo:
--nada, mi vida, nos vamos a dar una vuelta --dice Elvira mientras lo abriga.
Víctor sale de la casa acompañado de su esposa y su hijo. Se ven demasiado tensos para pensar que no ocurre nada. Víctor mira hacia atrás:
--parece que me equivoqué, no nos vigilaban --susurra a su esposa.
--te lo dije, actúa con normalidad y verás como todo sale bien.
Aunque sus padres quieren que Fernando lo tome todo como un juego el niño siente miedo, un miedo que calma la sonrisa y la voz de su mamá aunque no lo apaga. Cuando el coche de la familia de la Torre arranca un hombre sale de las sombras. Llama por el celular:
--soy Pineda, ya se fueron.
Maquiavelho Carvalho está al otro lado del celular, golpea la mesa con la mesa. Lleva un anillo con un brillante rojo muy grande. El hombre está furioso:
--¡¡nunca pensé que nos fuera a traicionar pero nadie se burla de nosotros¡¡
--¿que quieres que hagamos? --Pineda.
Carvalho se molesta por la pregunta:
--¡¡creí que podía confiar en ti, eres mi mejor hombre¡¡maten a toda la familia¡¡
--¿a toda?
Maquiavelho no sabe de compasión:
--¡¡sí, ninguno debe quedar vivo¡¡
Cuando más tranquilo está Víctor se da cuenta que lo persiguen y acelera el auto. Más que nunca el matrimonio siente el peligro y ese mismo sentimiento contagian a Fernando. El niño quiere saber lo que ocurre pero su madre le dice una y otra vez que nada. Empiezan a disparar los hombres de Pineda. Fernando tiene ganas de llorar pero resiste, no quiere poner más nerviosos a sus padres. Elvira pide a su hijo que se tumbe a los pies de los asientos para tratar de protegerlo. El auto de Pineda es más veloz que él de los de la Torre y se coloca al lado y el mismo Pineda es el que dispara a Víctor:
-¡¡esto es lo que le pasa a los traidores¡¡
Esa voz y el disparo retumba en los oídos del niño. Víctor cae muerto en la falda de su esposa que enloquece del dolor.
--¡¡papá, papá¡¡ --llora Fernando.
Elvira no pierde su tiempo. El auto se ha parado y antes que los que la persiguen bajen del otro auto, ella sale y se lleva a su hijo. Huyen por el bosque.
--¡¡papá, papá. o podemos dejar a papá ahí¡¡
Elvira no escucha a su hijo y corre y corre. Les pisan los talones. A ella lo único que le preocupa es salvar la vida de su hijo.
--si me pasa algo, huye --dice su madre.
El niño está muy asustado.
--¡¡no nos haga perder más nuestro tiempo¡¡cuanto más tardemos más sufrirán en el momento de su muerte¡¡Los dos van a morir¡¡ --les grita Pineda.
Fernando se pone a llorar. Su madre trata de calmarlo mientras huyen:
--no llores, mi niño. Todo va a salir bien pero no debes llorar.
Fernando no puede dejar de llorar, Pineda y sus hombres están a escasos metros de los que huyen. Elvira se da cuenta que es cuestión de segundos que los atrapen y se esconde entre las matas. Tapa la boca a su hijo pero los sollozos del pequeño hacen que los descubran. El rostro de Augusto Pineda se le presenta al asustado niño como el de un monstruo. Se fija en la medalla de él que brilla mucho, es un trébol en un triángulo. Pineda apunta a Fernando con el arma:
--¡¡tú vas a hacer el primero en morir, escuincle baboso¡¡a mi no me gustan las niñitas lloronas¡¡
Para salvar a su hijo Elvira se tira sobre Augusto quedando libre el pequeño.
--¡¡huye mi niño, huye¡¡
El pequeño logra escapar y esconderse entre las matas. No lo ven pero él si ve a su madre, tiene miedo y quiere estar cerca de su mamá para que lo proteja. Pineda ordena a sus hombres que busquen a Fernando.
--¡busquen al escuincle y mátenlo¡
Fernando está aterrorizado por estas palabras. Elvira sólo reza porque no maten a su hijo, suplica a Augusto:
--hagan conmigo lo que quieran pero dejen a mi hijo en paz ¡¡déjenlo¡¡
Augusto la mira con cara de degenerado:
--si insiste...
Fernando sufre por el grito de su madre mientras es violada por Augusto y éste ordena a cada uno de sus hombres que por turno hagan lo mismo. Fernando atormentado quiere ir con su mamá pero tiene miedo, también recuerda las últimas palabras de su madre. Sabe que su vida está en peligro. Cuando ya todos los hombres han violado a Elvira, Pineda mira a esa mujer que está destrozada y le dispara en la frente. Fernando se da cuenta que ya todo acabó. Todo el grupo está demasiado agitado por lo que han hecho y esto permite al niño huir y llegar agotado a una carretera.
Un matrimonio de ancianos va en un viejo camión. Se nota el dolor en sus miradas. Ella, Altamira, tiene una urna de cenizas en sus brazos. Él, Jacinto, mira a su esposa con el mismo dolor:
--no me gusta verte así, mi viejita.
--y cómo no voy a estar así, he perdido a mi hija. Era lo único que tenía.
Jacinto la mira lloroso:
--también era mi hija pero no es lo único que tienes... me tienes a mí.
Los dos viejos se miran con un gran dolor. Están destruidos.
--porque no nos fuimos nosotros ¿porqué? --Altamira.
--No lo sé, no lo sé. Todos tenemos nuestra misión en esta vida.
--¿y cual va a ser la nuestra si ya no servimos para nada?
De repente un niño que parece un alma en pena se cruza en su camino:
--¡¡cuidado Jacinto¡¡cuidado¡¡
Jacinto frena. Fernando se ha quedado deslumbrado por los faros. Los ancianos corren hacia el niño.
--¿¿que pasó?¿qué haces solo?¿y tus papás?
La dulzura de Altamira le recuerda a la de su mamá y el pequeño se abraza llorando a las faldas de esa mujer y no se separa de ella.
Ha amanecido, Pineda y sus hombres están desesperados. Saben que si no matan al niño les va a ir muy mal. Finalmente Pineda dice:
--¡¡busquen a un niño cualquiera y mátenlo¡¡
--pero...
--Sino somos muertos.
Los demás obedecen y así el cadáver del matrimonio junto al de un niño de nueve años es presentado a Carvalho que disfruta mientras los ve arder en una hoguera que él ordena. Mientras Fernando está refugiado en la humilde casita de los ancianos. Él niño tiene pesadillas, sueña con ese hombre del trébol en un triángulo que lo persigue. Altamira vela el sueño del niño. Lo ve tan inquieto, tan indefenso que le despierta un gran deseo de protegerlo.
--avisemos a la policía.
--no.
--¿porqué, mi viejita?
--porque algo me dice que este niño es nuestra misión.
Los ancianos miran al pequeño con mucha ternura.
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